Se celebró la Misa Crismal en la Diócesis, signo de unidad sacerdotal y esperanza para el pueblo de Dios
- diocesisgp
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Acontecer diocesano, 15 de abril de 2025.– En un ambiente de profunda comunión eclesial, se celebró este martes la Misa Crismal en la diócesis, presidida por Mons. Jorge Estrada Solórzano. Este significativo acto litúrgico, propio de la Semana Santa, reúne a todo el presbiterio alrededor de su pastor y fortalece la unidad sacerdotal al renovar las promesas ministeriales.
Durante esta celebración, se bendijeron los santos óleos —de los catecúmenos y de los enfermos— y se consagró el Santo Crisma, que serán utilizados a lo largo del año en los sacramentos del Bautismo, Confirmación, Unción de los Enfermos y en la Ordenación Sacerdotal, así como en la dedicación de altares y templos.
En su homilía, el señor Obispo meditó sobre la unción como don del Espíritu que transforma y consagra. Recordó que Jesús hace suya la profecía de Isaías al proclamar solemnemente: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción y me ha enviado a anunciar el Evangelio…”, y destacó que Cristo, como Ungido del Padre, es enviado para ungir al pueblo de Dios.
“El Señor Dios nos hace participar en la consagración de sus hijos”, expresó el señor Obispo, invitando a todos los fieles a reconocer la acción del Espíritu en sus vidas, que los transforma en testigos de compasión y ternura. A los sacerdotes les recordó que han sido ungidos para ungir, “para tocar, curar, compadecer”, siendo servidores de la Palabra y dispensadores de la gracia sacramental.
La ceremonia culminó con la solemne consagración del Santo Crisma, que será utilizado también en la próxima ordenación sacerdotal programada para el 29 de agosto. Este gesto sacramental se vivió como un signo de esperanza en este Año Santo, recordando que solo Dios puede consagrar y transformar, y que su amor se derrama sobre toda carne viviente para redimir al mundo.
La celebración de la Misa Crismal reafirma la misión de la Iglesia de ser signo de reconciliación, justicia y paz, aun en medio de las heridas del pecado. En palabras del obispo: “El mundo espera ser sanado y reconciliado. Cristo viene a desatar nuestros nudos, purificarnos con su sangre y darnos la libertad de los hijos de Dios.”
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